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De manera desinterasada he colaborado con un blog de temática general. En principio mis colaboraciones se referían al cine y la cultura, pero gracias a la libertad que atribuian publicaron, diferentes extractos no siempre con la misma temática.

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... Y un relato corto, no publicado

"En el vacío"

Suena el despertador, como cada mañana a las 9:30 una hora difusa, no son las nueve, quizá muy pronto, ni tampoco las diez demasiado tarde, por eso me gustan las 9:30. Apago el despertador de un golpe y cierro los ojos. A mi lado veo la abertura del edredón y las sábanas revueltas, ya se ha marchado a trabajar y hoy no me he despedido de ella. Todavía mantienen su olor las sabanas y almohada. Me doy la vuelta, y una tenue luz blanquecina entra por la ventana.
Por fin me levanto de la cama y abro la ventana. Me intriga la inusual y espesa niebla con que se ha despertado la mañana. “Que raro, bueno saldré otro día.”
Miro el móvil, tengo un par de mensajes, son de ella:
- "¿Qué tal has dormido, mandaste el curriculum ayer? me dijeron que llamarían"
-"No te desperté, parecías tan dormido. Un besito"
Contesto:
-"He dormido bien, gracias. Debía tener el sueño profundo, no me he enterado de nada. Podría haber estado en otra dimensión y volver. jejeje"
Tras dejar el móvil voy a la cocina y pongo la cafetera, mientras espero preparo el desayuno, un par de yogures, y un zumo de naranja, recojo un poco la cocina y cuando está listo me sirvo el café, solo siempre solo. Dicen que el efecto de la cafeína no se produce hasta pasadas tres horas, pero ya me he habituado a su sabor y su calor y necesito despertar de ese modo, hay veces que pienso que necesito pocas cosas, cada vez menos pero que una de ellas es esa. Es un momento de soledad realmente placentero. Interrumpo este mágico momento y enciendo la tele, veo un poco las noticias: la prima de riesgo cae en picado, se esta produciendo una nueva cumbre del Eurogrupo, los analistas prevén más "reformas" para salir de la crisis.
Apago la TV. No se si meterme debajo de la mesa, o cerrar la puerta por si viene el hombre del saco. Es algo irracional de lo que huyo escapando. Me han despojado de mis armas, de mi lanza y mi escudo. Hace meses que no tengo nada que hacer ni tampoco nada que esperar. No espero nada del día y el día no espera nada de mí. No espero nada de nadie y nadie espera nada de mí. Apuro la taza de café, algo ya tibia. Me voy.
De repente. Suena el teléfono.